Sujetos de derecho, no de caridad: la visión subalterna de la ciudad
- Luis Gavinha
- 4 dic 2019
- 7 Min. de lectura
Autores: Mar Marín y Luis Gavinha
Ya no es Pueblétaro es Querétaro. Una ciudad en crecimiento cuya alta calidad de vida, seguridad, limpieza y competitividad industrial ha sido expuesta en múltiples plataformas nacionales e internacionales por el actual gobernador Francisco Domínguez. Jacob Pérez —migrante salvadoreño—, Lino Cruz —proveniente de la etnia Mazateca en Oaxaca—, y Paola Mendoza —usuaria de una silla de ruedas— no viven estas líneas de modernidad. Cada uno expresa una emoción diferente; cada uno vive una historia distinta en esta ciudad.
Los países latinoamericanos se encuentran entre los más desiguales del mundo. En datos de la CEPAL, la segregación socioespacial de las ciudades latinoamericanas posee una configuración territorial más compleja que en décadas anteriores. Hoy en día, el desafío de la desigualdad se encuentra en la expansión de barreras urbanísticas, arquitectónicas, de movilidad, de comunicación y sociales. En Querétaro no es necesario que existan barreras físicas para impedir que los grupos en situación de vulnerabilidad vivan la ciudad. Las condiciones de salud, el idioma, la posición socioeconómica y el lugar de procedencia pueden significar un obstáculo mayor. Un migrante, una persona con discapacidad o un indígena —fieles testigos de la evolución urbanística— son ejemplos de cómo el piso no está parejo para todos.
La modernización ha modificado el concepto de ciudad. Su concepción como el destino final del migrante, y de su existencia para el ciudadano ha llevado a discutir el uso de la ciudad por los colectivos vulnerables, así como del rechazo de la discriminación social y territorial. Sin embargo, hay contraposiciones al discurso oficial. Son las narrativas como las de Jacob, Lino y Paola —aquellos que no comparten el concepto de Querétaro como la ciudad donde todos pueden vivir— las que merecen ser escuchadas.
EN EL OJO DE LAS CARAVANAS
El fenómeno de la migración es inherente al género humano y nuestro país no es ajeno. Durante el siglo XX era normal que al menos un miembro de la familia emigrara pal’ otro lado. La búsqueda de una vida mejor en el Gabacho no era exclusiva de los mexicanos, pero si opacaba a los demás flujos migratorios.
En la segunda mitad de la década de los 2000, México se convirtió en receptor de migrantes —cambiando por completo el orden de las prioridades del país—. Las personas migrantes —en su mayoría centroamericanas—, huyen de la violencia y las extorsiones del crimen organizado. Familias completas han conformado caravanas que buscaban cruzar nuestro país para llegar Estados Unidos. Al ser México un territorio de paso, casi todos los estados conviven con población migrante.
Jacob Pérez es proveniente de El Salvador. Por más de un año residió en las zonas invisibles y no deseadas de las ciudades: las vías del tren. Hoy se encuentra en Querétaro. En enero, el estado se preparó para recibir la primera caravana migrante del 2019. El Estadio Corregidora se habilitó como el espacio de descanso para más de dos mil centroamericanos. Jacob era uno de ellos.
El fenómeno de migración en el Estado, de acuerdo al Centro de Apoyo Marista al Migrante (CAMMI), se ha tornado multifactorial y diverso. El tiempo de estadía de los migrantes es un elemento clave para entender su relación con el espacio urbano. Jacob lleva más de un año en el Estado. Al principio, sin asegurar las condiciones dignas para poder vivir. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) establece que la gran mayoría de los migrantes no tienen la certeza de llegar a un lugar específico, por lo cual son forzados a buscar lugares donde puedan habitar por un lapso de tiempo. Por lo que, el desconocimiento de la ciudad provoca que los migrantes se concentren en albergues cerca de las vías de tren —el cual, finalmente, es su medio principal de transporte—.
Jacob lleva trabajando más de un mes en la fonda “Los Alebrijes”. Cuando le preguntan a su jefe por qué contrató a un centroamericano, él responde: tiene manos, sabe trabajar. El empleo le dota de un ingreso clave para la dignificación de su persona, ya que por este medio él puede acceder a una mejor calidad de vida. Sin embargo, en palabras de Gilberto Herrera Ruiz —Coordinador de Programas Sociales del Municipio—, Querétaro no tiene previsto contar con el programa de empleo temporal para migrantes que promueve el gobierno federal. La historia de Jacob es una en miles dentro de la Caravana Migrante.
A medida que los inmigrantes se instalan en nuevos lugares, se enfrentan a incertidumbres interminables que les impiden sentir que pertenecen: las barreras del idioma, las diferentes normas sociales y los límites legales que los separan de los residentes establecidos. Esto les lleva a estar constantemente navegando por expectativas cambiantes y contradictorias —tanto para asimilarse a su nueva cultura como para honrar a su cultura nativa—. Jacob expone que las personas al escuchar su acento le cuestionan su procedencia: “cuando respondo que vengo de Centroamérica, las señoras tienden a tomar sus bolsas y acercarlas a ellas.”
INDÍGENAS EN QUERÉTARO: PRESENTES PERO APARTADOS
Lino Cruz proviene de la etnia mazateca en Oaxaca. La misma de María Sabina; no la niña que dejó el sazón oaxaqueño en MasterChef México, sino la famosa curandera y chamán que fue visitada por los Beatles en los años 60’s. Con ambas comparte su linaje indígena, el sazón ancestral y, su pertenencia al grupo más discriminado en México.
Para Lino, la mayoría de las personas del campo han visto la migración como una medida para salir de su situación de pobreza. La llegada de la población indígena a las zonas urbanas se ha convertido en un fenómeno económico, político y sociológico relevante. No cabe duda que la migración fue, es y será un componente intrínseco en el crecimiento de las ciudades. En el contexto social-urbano, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) ha estipulado que la inserción social de la comunidad indígena en las urbes ha representado la creación y recreación de prácticas discriminatorias.
“Yo llegué hace cinco años en busca de oportunidades, y sentí la discriminación en la ciudad [...]. Desde antes, en Oaxaca, yo había dejado mi ropa cuando me llamaban indio. Cambié mis pantalones de manta y mi sombrero de palma cuando comencé a buscar trabajo como cocinero. Al principio sentía que estaba usando un disfraz...”
El fenómeno migratorio indígena en el estado es difícil de calcular. El INEGI estipula que existen más de 10,000 indígenas provenientes de Amealco, Tolimán y Oaxaca que comparten la misma travesía que Lino. Entre sus principales retos se encuentran las actitudes de racismo y clasismo que han sufrido. Datos de la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) en 2018 indican que 40.3% de la población indígena del país dice ser discriminada por su condición de persona indígena.
Lino expone la primera vez que visitó un centro comercial en Querétaro: “la gente me vió y es como si pensasen, ellos no pertenecen a la ciudad, ellos son del campo”. También las nuevas generaciones indígenas que nacieron en el estado, como los hijos de Lino, continúan luchando contra la diferencia social: “mis chamacos sentían esa discriminación en su escuela. Sentían el desprecio hacia nuestra raza”.
Lino retrata que conforme sus hijos han aprendido a usar el español, este sentimiento de discriminación ha ido disminuyendo. “Sí, la lengua ha sido otro obstáculo. Aquí tienes que hablar español y eso fue un problema porque mi señora solo se expresaba en su lengua materna.” Para Lino, ser el blanco de maltratos, críticas, burlas, además de sentirse ignoradas, ha aislado a las personas indígenas que habitan en la ciudad.
EN BÚSQUEDA DE UNA CIUDAD AMIGABLE
En Querétaro más de 66 mil personas padecen discapacidad. Esta población ha ido en incremento desde el 2015 de acuerdo al INEGI. Este sector de la población se enfrenta cada día a grandes obstáculos de movilidad. Uno de los mayores retos que enfrentan en la urbe es la falta de infraestructura para facilitar su movilidad. La mayoría de los edificios públicos tienen alguna deficiencia referente al tema de accesibilidad.
Autos estacionados en lugares establecidos para personas con discapacidad, banquetas altas, rampas mal hechas y la falta de elevadores son algunos de los tantos obstáculos que Paola Mendoza se enfrenta diariamente. El diseño de la ciudad así como la falta de civismo de las personas que no respetan el mobiliario urbano destinado, solo agrava más el problema.
“Mi principal dificultad se encuentra en andar en silla de rueda en los bordillos de las avenidas porque a veces tengo que ir a un lado de la acera. En su mayoría no son accesibles, entonces quedamos expuestos a los coches”, explica Paola.
En Querétaro, la dificultad no se limita a la orografía. El transporte y la accesibilidad supone un reto para las personas que, como Paola, necesitan usar una silla de ruedas: “Pareciera que no existimos, que no saben de nosotros. No nos quieren. En los edificios públicos del estado de Querétaro, cuando es necesario hacer trámites o presentar una denuncia, no hay elevadores. Asimismo, no hay baños con sensores de movimiento o espacios para estacionarse.”
La Red de Discapacidad en Querétaro ha estipulado que es necesario entender la accesibilidad como el derecho de uso de la ciudad y sus servicios sin restricción alguna por todos sus habitantes. El Laboratorio para la Ciudad proponer que, si bien adaptar una ciudad a las personas con discapacidad supone cuantiosas inversiones, los beneficios van a ser disfrutados por todos los ciudadanos. Es imposible no ver que las rampas en las aceras y en los edificios son empleadas para facilitar la movilidad de adultos mayores o padres con carritos de bebé.
Paola añade que: “esta ciudad no se construyó para que personas con discapacidad podamos salir o vivir, no solamente en el tema de accesibilidad, sino en cualquier otro. Por más reglamentos que se publiquen, si la gente no los respeta, no se puede hablar de una ciudad inclusiva y moderna”.
Tres miradas que nos hacen hablar de la necesidad de ciudades inclusivas. La importancia de re-imaginar y re-hacer esta ciudad en crecimiento; cuya alta calidad de vida, seguridad, limpieza y competitividad industrial suenan como factores de orgullo pero que han dejado atrás a grupos de la sociedad. Henri Lefebvre y David Harvey retrataban que no es simplemente el derecho a lo que ya existe; sino el derecho activo a hacer una ciudad diferente. Lino Cruz, Jacob Pérez y Paola Mendoza forman parte de Querétaro. El reto es enorme, pero ellos también tienen el derecho a una ciudad que deje de postularse como la más moderna, e implique en sus políticas sociales, económicas y políticas el disfrute de la ciudad.
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