Los llaman mercenarios
- Mateo Montalvo
- 4 dic 2019
- 6 Min. de lectura
La mañana del domingo 17 de enero, Tammie Frost no había oído de su esposo en tres días. Manda un mensaje de texto preguntándole si está bien. Unas horas después recibe la llamada: "Sra. Frost? Es el Sr. Parkman; lamento tener que conocernos así, pero su esposo ha desaparecido".
Russell Frost estaba trabajando como contratista privado en Baghdad para la corporación contratista de seguridad General Dynamics. Por nueve años había laborado, pero el 15 de Enero del 2016 fue la primera vez que portó un arma y trabajó fuera de la base. Frost estaba con sus compañeros contratistas Waiel El-Maadawy (ex-militar estadounidense) y Amr Mohamed (ex-militar estadounidense y primo de El-Maadawy) cuando salieron de la base. Frost era el único sin entrenamiento militar. Estaban armados sólo con pistolas cuando fueron emboscados por una milicia pro-Shiita. El intérprete iraquí con quien habían quedado de ver los delató.
A Tammie Frost se le quiebra la voz al relatar la conversación de aquél domingo. El jefe de la compañía en Baghdad le preguntó si había alguien a quien pudiera contactar para reconfortarla —tal vez alguna amistad cercana—. "Señor": contestó Tammie con voz temblorosa: "mi mejor amigo está perdido en Baghdad."
El caso de un civil sin experiencia militar trabajando en la industria de la seguridad privada es poco común. Casos como las del Sr. Frost son la excepción, ya que la mayoría de los contratistas de compañias de seguridad privada son veteranos. Aunque al principio de la Guerra de Irak este tipo de trabajo era altamente remunerado, el sueldo de los contratistas militares privados se vio gradualmente reducido. Para el 2016 cuando ocurre el secuestro, el sueldo de los contratistas no era particularmente bueno; especialmente si se toma en cuenta el nivel de riesgo que conlleva ese tipo de trabajo. Sin embargo, siempre hay veteranos ansiosos por entrar a la industria de la contratación militar privada.
Si la remuneración es relativamente poca, ¿por qué estos veteranos quieren regresar a zonas de conflicto? ¿será que son personas inherentemente violentas, hambrientas de combate? Hay diversas explicaciones que se han postulado. Por un lado, la reintegración de veteranos en el mercado laboral civil es muy difícil, especialmente si sólo tienen habilidades militares.
Otra razón por la que se ha sugerido que los veteranos extrañan la guerra es porque tienen un sentido de camaradería en el conflicto que no tienen en la sociedad civil. El periodista y autor Sebastian Junger expone que, los soldados en la guerra podían confiar su vida en su soldado prójimo. Al convertirse en civiles y perder esto, quieren regresar a la guerra. La contratación es una forma en la que veteranos buscan recuperar esta camaradería perdida.
Sin embargo, mientras que los soldados generalmente son percibidos como héroes de su patria, los contratistas militares privados ejercen una profesión percibida por mucha gente como deshonrada. Ciertamente, la primera palabra que surge cuando las personas piensan en contratistas de compañías militares privados es mercenario. Esto se refleja en el lenguaje usado tanto por periodistas como académicos, quienes usan los términos mercenario y contratista indistintamente.
Esto se debe en gran parte a la publicidad negativa que recibieron al inicio de la Guerra de Irak. En particular, dos eventos relacionados con la compañía Blackwater en Irak fueron los que mancharon la reputación de compañías militares privadas, marcando el tono de cómo serían percibidas estas compañías por el resto de su presencia en el medio oriente.
El primero fue la emboscada a los contratistas de Blackwater en Fallujah, a principios del 2004. La causa de la intervención de Fallujah no fue la muerte per se, sino la forma en la que fueron asesinados los contratistas. Al dar una vuelta equivocada, los cuatro contratistas se perdieron en las calles de Fallujah, un baluarte anti-americano de insurgentes Suníes. Varias fotos de los cuerpos calcinados de los contratistas circularon en los medios, con los insurgentes jubilosos posando con los cadáveres 6. Esto provocó la Batalla de Fallujah, y la primera intervención del ejército estadounidense en la zona. La Segunda batalla de Fallujah fue el más sangriento de la Guerra de Irak, y el conflicto no terminó hasta Diciembre del 2004.
Otro evento que deslegitima a los contratistas privados en Irak fue la Masacre de la Plaza de Nisour. En el 2007, contratistas de Blackwater abrieron fuego indiscriminadamente contra civiles en la Plaza de Nisour, Bagdad, matando a diecisiete e hiriendo a 20 más. Solo tres de los diecisiete muertos fueron identificados como beligerantes legítimos, los demás siendo civiles. Los responsables fueron condenados por asesinato y homicidio involuntario en el 2014, pero para el público estaba claro: estas compañías de seguridad privada no solo eran incompetentes, sino que también eran sanguinarios.
El comportamiento de Blackwater en Irak sin duda desacreditó a los contratistas militares privados, pero esto podría no ser la raíz del problema. La industria de la contratación privada es relativamente nueva, surgiendo como concepto la "contratación privada militar" con la compañía Executive Outcomes en Sudáfrica, 1989. A diferencia de contratistas más contemporáneos, los operadores de Executive Outcomes sí fungía como mercenarios. Esta compañia militar privada ofrecía sus servicios al mejor postor, llevando a cabo asesinatos políticos, supresión y defensa tanto de guerrillas como regímenes represivos desde África hasta el Sudeste Asiático. Sus actividades cesaron cuando la compañía fue capturada en Papúa Nueva Guinea al ser sorprendidos tratando de llevar a cabo un coup d´etat en ese país. Aparentemente, la idea de compañías militares privadas no pintaba bien desde el inicio.
Aunque Executive Outcomes y posteriormente Blackwater ilustran los peligros de emplear compañías militares privados, existe cierta evolución. Tomando en cuenta que la industria militar privada surgió a finales de los '80, se experimentó una evolución considerable en los quince años entre Executive Outcomes y Blackwater. El previo era una empresa mercenaria sin remordimientos, pero el posterior tenía límites codificados y vinculantes. Blackwater era parte de la Asociación Internacional de Operaciones de Paz (IPOA), el cual tenía un código de conducta donde se establecía la importancia de la protección de derechos humanos, la transparencia y las responsabilidades que tenían los firmantes del acuerdo. Es mediante estos códigos de conducta vinculantes que la industria militar privada deja de ser una industria mercenaria y pasa a ser una industria legítima en el sistema internacional.
En el Derecho Humanitario Internacional creada por la Cruz Roja Internacional el cual establece las "leyes de guerra" no reconoce a mercenarios como combatientes legítimos, ni les extiende el privilegio del estatus de prisioneros-de-guerra. Este los establece como beligerantes ilegales ante las leyes internacionales de la guerra. Las compañías privadas, por otro lado, no son considerados como beligerantes ilegítimos. Después de los eventos de Blackwater, se buscó a nivel internacional un código de conducta vinculante para las compañías militares privadas, ya que estaban en un área gris entre beligerantes legítimos y civiles.
El Documento Montreux, firmado en Suecia en 2008, establece un punto de partida para las obligaciones en cuanto a compañías militares privadas y de seguridad en zonas de guerra 12. Más recientemente, el Código de Conducta Internacional para Proveedores de Seguridad Privada (ICoC), fue impulsado en 2013. Es requisito que las compañías de seguridad privadas contratadas por las Naciones Unidas lo firmen. También existe regulación de la industria a nivel nacional, por ejemplo el Estándar Nacional Americano en el Manejo de Proveedores de Seguridad Privada, el cual es vinculante para todas las compañías que participen en conjunto con las fuerzas armadas estadounidenses.
Si bien la historia de las compañías militares y de seguridad privadas es turbulenta, esto podría deberse a la novedad de la industria, el cual había sido caracterizado como el "salvaje oeste" en sus principios. El uso de compañías privadas para llevar a cabo operaciones le proporciona una alternativa más barata y menos riesgosa a los estados que los emplean. Es necesario alimentar, vestir, hospedar y pagarle a un ejército nacional, incluso si no están en acción. Una compañía privada, que generalmente funciona por comisión, es mucho más barato. El riesgo que toma el estado al emplear estas compañias disminuye considerablemente también. Es más aceptable la muerte de un contratista anónimo que la de un soldado héroe hijo de la nación. Aunque la industria de las compañías militares y de seguridad privadas ha evolucionado y se ve más legitimado a nivel internacional, la etiqueta de mercenarios persigue a los individuos que forman parte de estas compañías.
Russell Frost fue liberado, junto con sus dos compañeros, tras treinta y un días de tortura como rehén de la milicia pro-Chiita. Se reunió con su esposa Tammie y sus hijas Amanda, Crystal y Madison. Como no era veterano de las fuerzas armadas estadounidenses, no fue elegible para Asistencia a Veteranos (institución que le proporciona seguro médico y tratamiento a veteranos). Por la tortura que sufrió como rehén, la salud del Sr. Frost estaba grave. Sin embargo, consiguió poca ayuda de las instituciones de apoyo por ser contratista, y todos los gastos médicos las tuvieron que pagar la familia Frost. Incluso General Dynamics, la compañía que lo había contratado y perdido, lo abandonó.
El 3 de Diciembre del 2017 Russell Frost murió por complicaciones en el riñón -directamente relacionados con la deshidratación que sufrió durante su tiempo como rehén. Su familia ha compartido su historia para desestigmatizar la profesión de contratación militar privada. En la ciudad de Kansas City, donde Russell vivía con su familia, se celebra oficialmente el Día de Apreciación al Contratista el 24 de octubre.
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