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No son chalecos amarillos, son paraguas para la revolución

Autores: José Luis Espinosa y Daniela Pérez

 

Durante casi dos horas, poco más de 100 estudiantes son desalojados uno por uno de la Plaza Cívica ubicada en la avenida Tim Mei, en Hong Kong. Se reunían ahí para protestar en contra de la reforma china que impedía la libre elección de candidatos para las elecciones del 2017. Durante las elecciones de ese año en el territorio autónomo, el gobierno chino impuso de manera autocrática a los candidatos que consideraba ‘idóneos’ para gobernar la ciudad. Naturalmente, esto no fue del agrado de la población; mucho menos de la juventud y el sector estudiantil. Aún cuando la autonomía de Hong Kong y su sistema legal, llamado Ley Básica, protegen el derecho a la libertad de expresión y reunión, el gobierno chino calificó las protestas como ilegales, acusó a los y las participantes de disidentes y amenazó con que no las toleraría. 


“Revolución de los Paraguas” es como mundialmente se le conoció a la serie de protestas estudiantiles que transcurrieron en septiembre de 2014 en Hong Kong. Estas protestas se destacaron por ser una exposición de desobediencia civil mediante la manifestación no-violenta. Sin embargo, en lugar de que el gobierno chino escuchara sus demandas, fueron reprimidos por la policía. Debido a esto, la llegada de la violencia fue inevitable. Entre ellos destacan los enfrentamientos en Mong Kok y Kowloon, en donde no solo policías y manifestantes se enfrentaron, sino que civiles opositores al movimiento también intervinieron. Después de más de tres semanas de manifestaciones, el gobierno chino anunció la cancelación de todo tipo de negociaciones. Posteriormente, los líderes del movimiento fueron detenidos y enjuiciados por disidencia y disturbar la paz. La Revolución de los Paraguas había fracasado, pero una semilla había sido plantada. Semilla que florecerá nuevamente cinco años después.


Los protagonistas de las protestas llamaron la atención mundialmente, pues representaban a la juventud como el movimiento de reivindicación de la democracia, a partir de la defensa de los valores de la libertad de expresión. Y fue su misma valentía la que inspiró a opiniones como “trials would have not been transparent for the people of Hong Kong due to the Chinese policy and because they would’ve been under the Chinese regime. As it is one country and two systems, people in Hong Kong are fighting for their rights, because they know what they are, they live them every day. Especially with the Chinese government next door trying to impose their system on them [on Hong Kong]. So, good for the protesters, they are really brave because look what the Chinese are doing to the ones different than them, with the reeducation camps. The Chinese government is horrible in terms of dissidence and protests” por politólogos de alcance mundial, como en este caso el Dr. Bar-On. 


Y es que los derechos vividos en Hong Kong, y mencionados por el Dr. Bar-On, existen universalmente, con un “pero”. “Generally speaking, China base themselves in something called cultural relativism. This means that, on the one hand, sure, human rights are universal, but cultural aspects should also be considered on its implementation. This serves as a justification to not enforce civil and political rights on their populations” en palabras del experto en derechos humanos, Robert Harmsen. Las opiniones de quienes viven en carne propia los resultados de las propuestas no son muy diferentes, puesto que una estudiante hongkonesa, quien ha preferido permanecer en el anonimato, ha comentado que “under the initiative of China’s Gvmnt, Human Rights are getting worse. Movement leaders are being put on trial in order to silence the protests. Human Rights in China are even worse than in Hong Kong. Civil society is getting stronger, but the process is slow. Pursuing democratic activism is really hard, and it cannot be done without help from the outside.”

 

Y precisamente como estudiante de intercambio que vivió las protestas de Hong Kong, Karla Farías, tiene una perspectiva desde afuera sobre el gobierno de Hong Kong. Es Farías quien explica que “[su perspectiva] es muy buena, considero que una sociedad muy estable. Tienen una infraestructura muy avanzada. Eso sí, tienen muy arraigada esa aversión hacia los chinos. El peor insulto que le puedes hacer a un hongkoner es decirle que es chino. Ellos se lo toman muy mal y te empiezan a explicar por qué Hong Kong no es parte de China. Y a pesar de que no les gusta el gobierno chino, saben que en treinta años van a formar parte de él; sin embargo, eso sigue siendo un tema casi tabú. Las personas que están más abiertas al respecto son los que se han ido a estudiar a otros países. Todas las personas que están liderando las protestas son de este tipo de estudiantes que han tenido la oportunidad de estudiar en otros países”.


Aunque para el gobierno chino las experiencias de intercambios estudiantiles, los compromisos internacionales, o la misma autonomía de Hong Kong no son preocupación, pues en un comunicado oficial se compartió que Beijing es libre de interpretar o modificar el texto constitucional del territorio semiautónomo a su gusto, esto de acuerdo con el profesor Michael C. Davis. Y es el mismo Davis quien remarca la paradoja del miedo chino a intervenciones internacionales cuando globalmente se tenía permitido el trato hacia Hong Kong como un sistema diferente y separado al chino, invitando al respeto de su autonomía y acceso a derechos humanos. 


En la arena internacional, en 2014, los gobiernos de Reino Unido y Estados Unidos mostraban su preocupación ante las visibles violaciones a derechos humanos que se vivía en Hong Kong. También ratificaron su compromiso con “un país, dos sistemas” y Nicholas Clegg, parlamentario de Reino Unido, reafirmó vía twitter la importancia del sufragio efectivo universal con opciones reales para los habitantes de Hong Kong.  Por su lado, Obama expresó la importancia que tenía que los conflictos se resolvieran de manera pacífica, mientras John Kerry invitaba a China a darle la más alta autonomía a Hong Kong. La respuesta del gobierno chino fue recalcar la soberanía de su país e invitar a otros países a respetarla. 


En el marco de celebración del 70 aniversario del régimen chino, las protestas en Hong Kong siguen en pie hasta hoy en día, lo único que ha cambiado son las peticiones y el número de participantes en ellas. La respuesta del autoritario régimen ha incrementado a su vez la violencia con la que enfrenta a los protestantes, dejando en claro que ya no solo se retirarán durante horas a uno por uno de los hongkoneses.

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